La pasión
por la vida salvaje entusiasma al público en los medios de comunicación
Felix Rodríguez de la Fuente, primer gran divulgador de los valores naturales españoles
Felix Rodríguez de la Fuente, primer gran divulgador de los valores naturales españoles
por Benigno Varillas, 13 de febrero de 2015
El 13 de
febrero de 1965, hace hoy 50 años, Félix Rodríguez de la Fuente envió el
siguiente artículo al director de la revista ‘TeleRadio’.
Le traslada lo que
quiere hacer en el programa ‘Fin de Semana’ de caza y pesca. (Ver carta
original)
Un
impresionante texto para estar escrito en febrero de 1965, cuando la
conservación y el respeto a los animales salvajes era algo desconocido. Félix
tenía 36 años. Llevaba cuatro luchando a brazo partido con los ingenieros de
Montes, que iban dándole largas a sus promesas de contar con él. No acababa de
encontrar apoyo para llevar a cabo su labor. El sortilegio se produjo cuando a
través de la televisión logró conectar con el pueblo español.
Es esta toda
una declaración de intenciones que habla de su talante comprometido con la
naturaleza ya en fecha tan temprana y de lo rápido que captó su misión:
“De acuerdo
con la conversación telefónica que celebramos, tengo el gusto de remitirle mis
proyectos de defensa de la fauna ibérica en el espacio de televisión ‘Fin de
Semana’. Como podrá observar, me interesa más el punto de vista del biólogo
práctico, que el del puro cazador. Hablaré más del animal perseguido y
necesitado de defensa, como el lince, el lobo, el águila… que de las
archiconocidas piezas de caza clásica. Abogaré fundamentalmente por la
integridad y armonía de la fauna”.
Bajo el
titulo de “Defendamos la integridad de la fauna ibérica”, el texto decía:
“Cuando hace
unos días tuve el honor de hablar ante las cámaras de Televisión Española en el
espacio ‘Fin de Semana’ y se me comunicó que podría colaborar periódicamente en
el citado espacio, no dudé un momento acerca del lema que debía guiar mi
colaboración: defensa de los animales, a ultranza.
(…) me
propuse abogar por todos esos seres montaraces, valientes y hermosos a los que,
con más o menos justificación, se ha colgado el sambenito de dañinos. (…)
No
destruyamos a las grandes águilas, adorno incomparable de las risqueras
ibéricas; no declaremos la guerra al halcón o al azor, orgullosos guerreros
alados; no exterminemos a cuantos seres cometen el pecado de robarnos
ocasionalmente ‘la carne’. Sobre todo, porque muchos de los animales
considerados antaño dañinos, han recibido hoy el título de beneficiosos. Y la
mayor parte de los que están todavía ‘Fuera de la Ley’ acabarán siendo
protegidos por ésta.
Muchos
milenios antes de que el hombre se irrogara el papel de árbitro, nuestras
sierras estaban pobladas de cabras monteses, aunque también existiera el lobo.
Los venados y los corzos proliferaban, a pesar del lince o del zorro. Las aguas
rebosaban de truchas y salmones, sin estar privadas de la nutria o del águila
pescadora.
Y me alegra
profundamente proseguir la charla –decía el sábado 16 de enero ante las
cámaras– porque (…) quisiera yo arrogarme el cargo de defensor de esas otras
gentes montaraces…
Defensor,
amigo y paladín. Nada más y nada menos que del lince, la nutria, el águila, el
halcón (…)
¿Pero… puedo
yo aceptar tan honorable, tan importante y romántica misión? ¿Seré capaz de
defender a los seres más perseguidos y calumniados de nuestra fauna?
Mi amor a
los animales me da la necesaria audacia; veinticinco años de entrega a su
estudio y observación en el campo me hacen entrever el camino del éxito.
Porque, si acierto a presentar a nuestros hermanos irracionales tal como son,
si puedo hablar de su lucha –a menudo dramática– por el sustento, de sus
paradas amorosas, de su instinto maternal y tribal, si llego a introducir en el
hogar español a través de la pequeña pantalla la imagen viva y verdadera de
esos seres nuestros, que han compartido nuestra tierra y nuestro cielo a través
de milenios, aprenderemos a respetar y amar el mundo animal. (…)
Programación de TVE del día 13/02/65
publicada en el ABCDe nada servirían las medidas legales proteccionistas. Vano
resulta el convencimiento de los científicos de la necesidad de respetar el
equilibrio biológico, si estos conocimientos y disposiciones, convenientemente
divulgados, no llegan al ámbito rural. Y no existe tribuna de tan amplio
alcance como la televisión para exponer estos hechos comprobados. Si cada
semana se va presentando un animal salvaje, explicando su misión en el
medioambiente, humanizando sus ansias, sus luchas y sus alegrías, si llegamos a
despertar en las nuevas generaciones del campo –pendientes ya de la pantalla de
su receptor– una curiosidad hacia la vida salvaje y un auténtico conocimiento
que, sin duda, se trocará en respeto, habremos conseguido salvar nuestro tesoro
zoológico.
No olvidemos
que el más profundo amor y compenetración con el animal salvaje experimentado
por la humanidad, dio lugar –en el seno de una cultura multimilenaria de
cazadores– a esa capilla Sixtina del arte rupestre que es la cueva de Altamira.
El poderoso cazador del paleolítico pintó con amor, con increíble conocimiento,
al animal que constituía su pieza de caza a la vez que su tótem. (…)
Creo
sinceramente que todo hombre que se echa al campo, arma al brazo, dispuesto a
disparar sobre todo lo que se mueve, llegaría a respetar al animal si pudiera
conocerle en su dimensión biológica.
En los
países nórdicos, en Alemania, en Estados Unidos, se cazó sin discriminación, se
mutiló la fauna. Hoy, los amantes de la misma son tan numerosos y eficaces que
no se precisarían leyes protectoras. Todavía estamos a tiempo”.
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