Los
bosques del Amazonas absorben menos carbono que hace algunas décadas. Un
estudio publicado en la revista Nature
indica que ante el aumento de CO2 en la atmósfera, los
árboles crecen más rápido pero la consecuencia de este hecho es que acortan su
vida y, por lo tanto, la selva amazónica en su conjunto disminuye su capacidad
para retener gases de efecto invernadero. Si este fenómeno se confirma en otras
partes del mundo, los científicos creen que habría que revisar los modelos de
cambio climático y reducir aún más las emisiones.
En las últimas décadas, la selva amazónica ha actuado
como un gran sumidero de carbono ayudando a frenar el ritmo del cambio
climático. Sin embargo, un artículo publicado hoy en Nature indica que esto
comienza a cambiar. Los bosques están perdiendo su capacidad de capturar
carbono de la atmósfera porque la tasa de mortalidad de los árboles se ha
incrementado, según un amplio estudio que ha analizado datos de 30 años en una
serie de parcelas forestales y en el que han participado casi 100
investigadores.
El dióxido de carbono (CO2) es un ingrediente clave para
la fotosíntesis, así que el aumento de su presencia en la atmósfera, inicialmente
estimuló el crecimiento de los árboles de la Amazonia, que a su vez necesitaban
absorber aún más carbono. Sin embargo, a más largo plazo este fenómeno ha
tenido consecuencias inesperadas. Todas las fases de la vida de los árboles se
aceleran, “viven más rápido”, dicen los investigadores, así que también mueren
más jóvenes.
Las tasas de mortalidad se han incrementado más de un
tercio desde mediados de la década de 1980 y esto está afectando a la capacidad
del Amazonas para almacenar carbono, según los datos recogidos en Brasil,
Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guayana y Guayana Francesa.
Si los datos se confirman en todo el mundo
“necesitaríamos recortes más profundos en las emisiones de gases de efecto
invernadero”, declaran los investigadores
“Todavía no entendemos lo suficiente cuál es la relación
entre el crecimiento de los árboles y su mortalidad”, afirma en declaraciones a
Sinc Roel Brienen, investigador de la Facultad de Geografía de la Universidad
de Leeds, que ha liderado el trabajo. Por eso, aunque los niveles de CO2 sigan
aumentando en el futuro, no cree que necesariamente la vida de los árboles siga
acordándose.
“Tiene que haber un límite, de la misma forma que existe
un límite en la estimulación del crecimiento”, asegura, puesto que los
nutrientes son limitados y el incremento de las temperaturas, que también prevé
el cambio climático, podría frenar el crecimiento acelerado de la vegetación
que se ha observado en la actualidad.
Los científicos creen que las recientes sequías y las
temperaturas inusualmente altas en la Amazonia también pueden haber tenido
cierta influencia en estos resultados. Aunque el aumento de la mortalidad de losárboles
comenzó mucho antes de la intensa sequía de 2005, la ausencia de
precipitaciones parece haber incrementado las muertes de árboles en millones.
El estudio se ha llevado a cabo desde la década de 1980
en 321 parcelas forestales de ocho países de la Amazonia
En cualquier caso, el artículo no deja lugar a dudas
sobre la pérdida de capacidad de esta región como sumidero de carbono. Desde
los años 90, la cantidad de CO2 que almacena la biomasa de los bosques
amazónicos ha disminuido a la mitad y en la actualidad ya ni siquiera absorben
las emisiones de combustibles fósiles de América Latina.
Los bosques almacenan carbono en forma de biomasa en sus
tallos, hojas, raíces o en la materia orgánica del suelo. Por eso, estos nuevos
datos son especialmente llamativos en relación con las previsiones sobre cambio
climático, ya que muchos modelos dan por supuesto el aumento continuo del
almacenamiento de carbono por parte de los bosques tropicales y ahora se
demuestra justo lo contrario.
Reducir las emisiones, aún más necesario
“Esperamos que este trabajo sirva de acicate para mejorar
los modelos, que también deben simular la mortalidad de los árboles”, comenta
Roel Brienen. “De las emisiones humanas de CO2, el 45% son absorbidas por el
océano y la tierra, pero más de la mitad vuelve de nuevo a la atmósfera. Si
observamos que otros bosques tropicales también pierden su papel como sumidero
y esta situación continúa en el futuro, necesitaríamos recortes más profundos
en las emisiones de gases de efecto invernadero”, declara.
A partir de este trabajo, los científicos se plantean,
por un lado, comprender mejor el aumento de la mortalidad de los árboles, y por
otro, extender el estudio a bosques de todo el mundo a la vez que siguen
vigilando la Amazonia.
El trabajo publicado por Nature ha sido coordinado por la Red
Amazónica de Inventarios Forestales (RAINFOR), una singular red de
investigación dedicada a monitorear los bosques amazónicos en 321 parcelas
forestales permanentes de la Amazonia distribuidas por los ocho países
participantes y que juntas suman seis millones de kilómetros cuadrados. Los
investigadores han identificado y medido 200.000 árboles y han registrado la
muerte y el nacimiento de otros muchos desde la década de 1980.
Long-term decline of the Amazon carbon sink. Nature, Vol 519. doi:10.1038/nature14283