CARTA A UN PASTOR
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El siguiente texto es un extracto del primer capítulo de La Creación, el
último libro de Edward O. Wilson que acaba de publicar en España Katz
Editores
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POR EDWARD O. WILSON
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Estimado Pastor:
Aunque no nos hemos encontrado personalmente, tengo la impresión de
conocerlo bastante y me siento autorizado para dirigirme a usted como amigo.
En primer lugar, tuvimos la misma formación religiosa, pues me crié en
Alabama, en el seno de una familia baptista. Respondí al llamado evangélico y
fui sumergido literalmente en las aguas. Si bien no comparto ya las creencias
cristianas sobre la intervención divina, estoy seguro de que, si nos
encontráramos y habláramos sobre nuestras más íntimas concepciones, lo
haríamos en un clima de respeto y buena voluntad porque nos unen muchos
preceptos de conducta moral. En la medida en que estas cosas puedan todavía
influir sobre la cortesía y la gentileza, quizá también tenga importancia el
hecho de que los dos nos dediquemos a tareas intelectuales con un espíritu
humanitario.
Le escribo para pedirle ayuda y consejo. Desde luego, no hay manera de
eludir las diferencias que separan nuestras respectivas cosmovisiones. Usted
acepta el carácter trascendental de las Sagradas Escrituras judeocristianas y
cree en la inmortalidad del alma. Para usted este planeta es una suerte de
estación hacia una segunda vida eterna pues la salvación está garantizada
para los redimidos en Cristo.
Yo, en cambio, soy un humanista laico. Creo que la existencia es lo que
hacemos de ella en cuanto individuos; que no hay garantía alguna de vida
después de la muerte y que el cielo y el infierno los construimos nosotros,
en este planeta. No hay para nosotros otra morada. Pienso que la humanidad
surgió en la Tierra por la evolución de formas inferiores de vida a lo largo
de millones de años; para decirlo sin pelos en la lengua: que nuestros
antepasados fueron animales similares a los grandes simios. En mi opinión,
además, la especie humana está adaptada física y mentalmente a la vida en la
Tierra y no en cualquier otro lugar. No obstante, compartimos un código de
conducta ético fundamentado en la razón, la ley, el honor y un sentido innato
de la dignidad que algunos atribuyen a la voluntad de Dios.
Usted hablará de la gloria de una divinidad invisible; yo, del esplendor
del universo que por fin se nos manifiesta. Usted dirá que Dios se encarnó
para salvar a la humanidad; yo diré que Prometeo robó el fuego sagrado para
liberar a los hombres. Puede ser que usted haya alcanzado ya la verdad
última; yo la busco aún. Es posible que yo esté equivocado o que usted esté
en el error. También es posible que los dos veamos sólo parte de la verdad.
¿Acaso estas discrepancias en nuestra cosmovisión nos separan en todo? No
lo creo.
Tanto usted como yo, como todos los seres humanos, bregamos por
alcanzar las mismas metas de seguridad, libertad de elección y dignidad; en
suma, por una causa que a nuestro parecer nos excede. Si está de acuerdo,
podemos intentar encontrarnos de este lado de la metafísica para encarar el
mundo real que compartimos. Lo digo de esta manera porque está en sus manos
resolver un enorme problema que me preocupa por demás y que espero que a
usted también le preocupe: le propongo que dejemos de lado nuestras
diferencias para salvar la Creación.
La defensa de la naturaleza es un valor
universal que no proviene de ningún dogma religioso ni ideológico, y que no
implica tampoco respaldarlo. Por el contrario, está al servicio de toda la humanidad
sin discriminación alguna.
Reverendo: necesitamos su colaboración.
La Creación –la naturaleza
viviente– está en riesgo.
Los hombres de ciencia estiman que si la
transformación del hábitat natural y otras actividades humanas destructivas
continúan con el ritmo actual, la mitad de las especies animales y vegetales
de la Tierra se habrán extinguido o estarán en peligro de extinción al
terminar este siglo.
Tan sólo las alteraciones del clima harán que el 25% de las especies
existentes alcancen esa peligrosa situación en los próximos 50 años.
Según
las estimaciones más conservadoras, la tasa de extinción actual es 100 veces
mayor que la existente antes de que los seres humanos aparecieran sobre la
Tierra, y se prevé que se multiplicará por mil, por lo menos, en los próximos
decenios.
Si no conseguimos disminuirla, el costo para la humanidad en
riquezas, seguridad ambiental y calidad de vida será catastrófico. Estoy
seguro de que ambos opinamos que, por humilde e insignificante que sea, cada
especie es una obra maestra de la biología que vale la pena conservar.
Cada una de ellas posee una combinación única de rasgos genéticos
adaptados con bastante eficacia a un ámbito determinado.
Aunque sólo sea por
prudencia, debemos actuar rápidamente para evitar la extinción de especies
naturales y el consiguiente empobrecimiento de los ecosistemas terrestres, es
decir, de la Creación.
Llegado a este punto de la lectura, bien se puede preguntar usted: ¿por
qué soy yo tan importante en esta cruzada? Simplemente porque la ciencia y la
religión son las fuerzas más poderosas en el mundo de hoy.
Uniéndolas en pro de la conservación biológica, pronto podríamos resolver
el problema que se nos plantea. Si hay un precepto moral que gentes de todas
las creencias comparten, es que nos debemos a nosotros mismos y a las
generaciones futuras un medio ambiente bello, rico y sano.
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Galería
Mi nombre es Andrés Requejo de las Heras, Biólogo. Mi diario blog profesional medioambiental pretende hacer un alto en el camino para centrarse en el respeto y cuidado de nuestro entorno. Para ello, las entradas buscan reflexionar mediante la exposición de temas ambientales novedosos dentro del amplio abanico que ocupa el término y sector del medio ambiente.
La vida y su conservación
Las especies son esenciales en el funcionamiento de la vida en nuestra casa que es nuestro planeta; por eso, es importante conservarlas.
Con este objetivo, tenemos que saber cómo son, cómo se organizan en comunidades y cómo interactúan en los sistemas ecológicos.
En el último siglo XX, hemos visto degradaciones ambientales enormes: muchas especies en extinción o en drástica reducción de sus poblaciones, la destrucción o alteración rápida de sus ecosistemas y cambios nunca vistos en el clima del planeta. Esta gran crisis ambiental ha coincido con la disminución de las ciencias naturales en los centros académicos de referencia.
Con este objetivo, tenemos que saber cómo son, cómo se organizan en comunidades y cómo interactúan en los sistemas ecológicos.
En el último siglo XX, hemos visto degradaciones ambientales enormes: muchas especies en extinción o en drástica reducción de sus poblaciones, la destrucción o alteración rápida de sus ecosistemas y cambios nunca vistos en el clima del planeta. Esta gran crisis ambiental ha coincido con la disminución de las ciencias naturales en los centros académicos de referencia.
miércoles, 7 de octubre de 2015
Las cosmovisiones religiosa y científica unidas para salvar La Creación. Por Edward O. Wilson
Edward O. Wilson; ENTREVISTA sobre hormigas, sociobiología, biodiversidad y la 6 sexta extinción
Edward Osborne Wilson (10 de junio de 1929, Birmingham) es un entomólogo y biólogo estadounidense conocido por su trabajo en evolución y sociobiología. Wilson es el gran especialista en hormigas y en su utilización de feromonas como medio de comunicación.
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Wilson es uno de los científicos de más reputación nacional e internacional. Tras obtener el bachiller en ciencias y el máster en Biología en la Universidad de Alabama (Tuscaloosa), se doctora en la Universidad de Harvard. Actualmente, Wilson es profesor honorario y conservador del museo de zoología comparada en Harvard.
El Dr. Wilson es una de las dos únicas personas que han recibido la concesión más alta en ciencias de Estados Unidos, la Medalla Nacional a la Ciencia, y el premio Pulitzer en literatura, este último en dos ocasiones.
La Real Academia Sueca, que concede el Premio Nobel le concedió al Dr. Wilson el premio Crafoord, una concesión diseñada para cubrir las áreas no cubiertas por los premios Nobel (biología, oceanografía, matemáticas, astronomía generales). Fue galardonado con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2010 en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación por acuñar el concepto de biodiversidad y contribuir extraordinariamente a concienciar a la sociedad de su valor.
Edward O. Wilson asegura haber tenido una época de atracción por las mariposas, otra por las serpientes, otra por los pájaros... Pero a los siete
años un accidente de pesca decidió por él cuál sería su pasión definitiva.
Durante una dura lucha con un sargo, el anzuelo se soltó de la boca del pez y
se le clavó en el ojo derecho, en el que perdió la visión para siempre. Poco
después, durante una escucha de cantos de ranas, descubrió que además era
bastante duro de oído. De manera que sólo le quedaba dedicarse a aquellos
animales que pudiera sostener entre sus dedos índice y pulgar. Es el mayor
especialista del mundo en hormigas, padre de la Sociobiología y creador del
concepto de Biodiversidad.
La Creación, su último libro, recién publicado en España por Katz Editores,
pretende dejar de un lado la polémica impulsada por los creacionistas en torno a
si Dios tiene o no que ver en la evolución y firmar una alianza para frenar el
deterioro del medio natural.
PREGUNTA.— ¿Por qué dirige su último libro a un reverendo?
RESPUESTA.— Con La Creación pretendo, en primer lugar, hacer llegar al mayor grupo
de personas posible el mensaje de que el mundo vivo está disminuyendo debido
a la acción de la Humanidad. Y, además, pretendo forjar un pacto entre la
Ciencia y la Religión para tratar de solucionar el problema. En Estado
Unidos, como sabes, la población religiosa es inusualmente grande y los
fieles religiosos son en su mayor parte partidarios de la conservación del
medio.
P.— ¿Cuándo empezó su
pasión por la naturaleza?
R.— Comencé a observar la
naturaleza a la edad de nueve años, pero esto, realmente, no es del todo
inusual. La mayoría de los niños tienen una fascinación innata por las
criaturas vivas, y si la desarrollan de una cierta manera esta pasión puede
incluir a los animales más pequeños, como los insectos, de la misma manera
que contempla a los más grandes y llamativos como los pájaros o los reptiles.
Empecé de niño a coger mariposas y a observar a los insectos, y desde
entonces nunca he podido abandonar esa obsesión.
P.— ¿Tuvieron las
hormigas algo que ver con los primeros pasos de su observación de la vida?
R.— Sí. Me di cuenta muy
joven de que las hormigas eran especiales porque eran organismos muy sociales
y al mismo tiempo extremadamente abundantes. Muy pronto aprendí la profesión
de entomólogo y descubrí que se podía llegar a vivir de ello. En otras
palabras, me creí mi propio sueño de que yo mismo podría hacer algún día
estudios sobre la vida de los insectos. Y poco después ya no podía pensar en
ser otra cosa que no fuese entomólogo.
P.— ¿Cree que el
movimiento de especies de un continente a otro debido a la globalización
puede llegar a ser un problema grave?
R.— Las especies
extranjeras de hormigas, como la hormiga argentina, son un problema muy
grande alrededor del mundo. Se trata de un tipo de globalización que nadie
quiere. El daño que éstas pueden causar puede ser enorme. A propósito de la
Historia de España, hace poco deduje la identidad de la hormiga que aumentó
hasta adoptar proporciones de plaga en La Española, en el mar Caribe,
alrededor de 1518, y que llegó a expulsar a los colonos españoles de la isla.
El insecto era la hormiga de fuego (Solenopsis geminata). Esta especie aún se
puede encontrar a lo largo de las Antillas, pero está relativamente domesticada.
Todavía es abundante, aunque nunca llega a alcanzar niveles de plaga.
P.— En su último libro no
ve problema alguno en la extinción de algunos organismos dañinos para el
hombre, como el piojo o el mosquito anofeles. ¿Por qué?
R.— Estoy a favor de la
eliminación de sólo una pequeña fracción de especies, aproximadamente una de
cada millón, que son una amenaza directa para la salud humana. El piojo
humano es una de ellas y las especies de mosquito del grupo del Anopheles
gambiae, que están especializados en la sangre humana y transmiten la malaria
en África, son sólo otro ejemplo. Tanto la naturaleza como la Humanidad
pueden sobrevivir sin ellos.
P.— ¿Cuáles pueden ser
las consecuencias de un incendio o de la tala de un bosque?
R.— La destrucción de un
bosque causa profundos cambios a todos los niveles. El suelo se degrada y
muchas especies de plantas y de animales llegan a extinguirse localmente. La
capacidad del suelo para retener agua se reduce y buena parte del suelo se
lava corriente abajo antes de que la regeneración de un nuevo crecimiento
pueda tener lugar. En los trópicos esto ocurre de forma especialmente
intensa. La regeneración completa de un bosque puede llevar siglos, si es que
llega a producirse algún día.
P.— ¿Las selvas o las
sabanas tienen mayor importancia ecológica que los ecosistemas bacterianos?
R.— Desde luego que no.
Sin las bacterias, casi cualquier otra forma de vida menguaría y disminuiría.
Sin los grandes organismos que habitan los bosques tropicales y las sabanas,
la Tierra sólo volvería al estado primitivo en el que se encontraba hace
1.000 millones de años.
P.— ¿Qué significaría
para nuestro mundo natural el avance de la sexta gran extinción?
R.— Si el actual proceso
de extinción en masa no se comienza a frenar y, finalmente, llega a su fin,
la mitad de las especies de plantas y animales que habitan la Tierra
desaparecerá o se encontrará al borde de la extinción antes de que acabe este
siglo, según las estimaciones actuales.
P.— ¿El cambio climático
es el único responsable de esta gran extinción?
R.— No. Sus consecuencias
son extremadamente serias, y más durante este periodo inicial del cambio
climático. Sin embargo, el mayor problema al que se enfrentan las especies es
la indiscutible destrucción de los hábitats debido a la deforestación, a la
conversión de las praderas en campo de cultivo agrícola y a la transformación
de los pantanos.
P.— ¿Qué escribiría hoy
Henry David Thoreau en su obra Walden si viese el estado actual del medio
ambiente?
R.— Estoy convencido de
que Henry David Thoreau sería un ecologista enfadado y muy activo y de que
Walden expresaría ese sentimiento. En la década de 1840 en la que él escribió
esta obra de referencia para el ecologismo de cualquier época, aún no había
suficientes evidencias del deterioro que sufrimos en la actualidad.
P.— ¿Qué ventajas tiene
para la biodiversidad la nueva enciclopedia de la vida en la que trabaja?
R.— Estamos de algún modo
volando a ciegas sobre nuestro futuro ambiental. Hay que cambiar esto
urgentemente. Necesitamos tener la biosfera explorada de un modo adecuado
para poder comprenderla y gestionarla. Debería ser un proyecto de gran
entidad científica, equivalente al Proyecto Genoma Humano. Por eso deseo que
los científicos podamos trabajar juntos para ayudar a crear una herramienta
clave para preservar la biodiversidad. Eso es la enciclopedia de la vida.
P.— ¿Estamos a tiempo de
actuar contra las consecuencias de la actividad humana sobre la Tierra?
R.— Sí, claro. Perderemos
muchos ecosistemas y muchas especies hagamos lo que hagamos. Pero todavía
podemos evitar las últimas pérdidas de una fracción de organismos que
desaparecerán si no hacemos nada.
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domingo, 4 de octubre de 2015
Los países ricos sufrirán los efectos de las inundaciones más intensamente
En la actualidad, muchos países ricos son capaces de paliar
en cierta medida el riesgo de inundación de los deltas mediante
inversiones que permiten reducir su vulnerabilidad. Sin embargo, un
nuevo modelo, en el que se han incluido variables climáticas y
económicas, indica que los crecientes costes de infraestructura harán
que esta mitigación no sea sostenible a largo plazo.
En el futuro, los países más poderosos podrían sentir las presiones
de las inundaciones en una medida similar a la de los países en vías de
desarrollo, según un estudio que publica la revista Science.Para calcular el riesgo de inundaciones de determinadas poblaciones, investigadores de las universidades estadounidenses de Nueva York, Minnesota y Colorado han estudiado la probabilidad de que la población sufra un evento que genere daños, así como de qué manera la exposición de los ciudadanos a estos riesgos podría cambiar con el transcurso del tiempo.
Los científicos tuvieron en cuenta las variables del cambio climático, y la vulnerabilidad de la población a estos eventos adversos.
Tal como afirman los autores, este último factor está ampliamente influenciado por la riqueza de cada país en donde se encuentra el delta. Por ejemplo, un PIB elevado brinda al país la capacidad financiera de mitigar el impacto de las inundaciones, tanto a escala doméstica como regional.
El estudio incluye los cálculos de los 48 principales deltas
fluviales con una población actual de más de 340 millones de personas.
El estudio incluye los cálculos de los 48 principales deltas
fluviales con una población total actual estimada de más de 340 millones
de personas.Creciente coste de la infraestructura
Estos cálculos indican que aunque los deltas en países ricos –como los del Misisipi y el Rin– mostraron la misma probabilidad de sufrir eventos de inundación y tasas de exposición, los niveles de riesgo de estas zonas fueron mucho más estables, con las tendencias más bajas en comparación con todos los deltas que se analizaron en el trabajo.
Sin embargo, cuando los investigadores recalcularon los riesgos en el tiempo y tuvieron en cuenta los crecientes costes de la infraestructura a largo plazo, vieron que estas áreas eran las que tenían los mayores incrementos en cuanto a vulnerabilidad.
Los investigadores afirman que se necesitarán inversiones enfocadas a paliar los factores responsables de la degradación de los deltas por culpa del hombre, más que los propios síntomas, para preservar los deltas a largo plazo.
Referencia bibliográfica:
Z. D. Tessler, C. J. Vörösmarty, M. Grossberg, I. Gladkova, H. Aizenman, J. P. M. Syvitski, E. Foufoula-Georgiou. “Profiling risk and sustainability in coastal deltas of the world”, Science 349 (6248): 638 – 643.
Z. D. Tessler, C. J. Vörösmarty, M. Grossberg, I. Gladkova, H. Aizenman, J. P. M. Syvitski, E. Foufoula-Georgiou. “Profiling risk and sustainability in coastal deltas of the world”, Science 349 (6248): 638 – 643.
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