Un
descubrimiento sorprendente obliga a los biólogos a reconsiderar la
posible existencia de vida en los ambientes más inhóspitos de la
Tierra y también en el espacio.
Vida marina era lo último que Robert Zook y una docena de investigadores esperaban hallar el pasado enero cuando se embarcaron en una misión glaciológica en la zona donde el campo de hielo de la Antártida occidental se convierte en la plataforma de Ross. Habían viajado hasta ese remoto lugar para comprender cómo respondía al cambio climático la parte inferior del campo de hielo en su lento deslizamiento. Los acompañaban varios biólogos que pretendían estudiar posibles microbios rudimentarios, pero ninguno era especialista en organismos de mayor tamaño.
El 16 de enero, el grupo se apiñaba en torno a los monitores de vídeo de una oscura sala sobre el hielo, en el improvisado centro de control construido en el interior de un contenedor. Montado sobre esquís, los tractores lo habían arrastrado durante días, así como a medio millón de kilogramos de equipos y suministros, hasta alcanzar aquel lugar, situado a 850 kilómetros del borde marino de la plataforma. Habían empleado agua caliente para perforar, a través de 740 metros de hielo, un pozo de diámetro algo mayor al de una canasta de baloncesto, hasta alcanzar la minúscula capa de agua situada debajo, frente a la costa sepultada bajo el hielo. A continuación, habían colgado de una grúa el robot bautizado Deep SCINI y lo habían hecho descender lentamente por el pozo, conforme un cable eléctrico se desenrollaba para mantenerlo conectado con la sala de control.
Un robot enviado hasta el fondo del pozo descubrió peces y otros animales, en solo 10 metros de agua, a 850 kilómetros del mar abierto y de la luz solar.
El conocimiento tradicional sostenía que semejante lugar debía estar casi desprovisto de vida. Pero en esa zona, sin luz ni capacidad de realizar la fotosíntesis, los microorganismos utilizan fuentes de energía inusuales: los detritos que se desprenden de la capa inferior del hielo a medida que este se desliza sobre el agua. Los microbios sirven de alimento a diminutos anfípodos y estos, a su vez, a los peces.
DESTELLOS DE VIDA: Las imágenes tomadas este año por el robot submarino Deep SCINI demuestran la existencia de vida en el agua helada y oscura situada bajo las enormes plataformas de hielo adosadas a la Antártida.
El descubrimiento abre la posibilidad de que exista vida en lugares de la Tierra antes considerados inhabitables, así como en planetas y lunas similares a Europa.
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