En aquel
tiempo, Doñana era virgen
y salvaje y solo había pasado por manos de unas pocas familias. Durante seis
siglos, el coto perteneció a los duques de Medina Sidonia, hasta que en 1900
Guillermo Garvey lo compró por 150.000 duros y más tarde lo recibieron en
herencia los duques de Tarifa. En 1935, tras la muerte de estos, los marqueses
de Borghetto obtuvieron la propiedad de las 27.000 hectáreas en pago de una
deuda, y más o menos por aquellos días el padre de Boixo se mudó del Coto del
Rey a la marisma de Hinojos a cuidar las reses de unos ganaderos de
Villamanrique de la Condesa.
La marisma era un territorio inhóspito que ni siquiera
los ingleses habían logrado domar, pese a que trataron de cultivar algodón y
arroz en los años veinte sin éxito. Solo había por estas tierras unos cientos
de carboneros, mieleros, piñeros, salineros, leñadores, aparceros, arrieros y otros
oficios más deseados, los de guardas y caseros de los palacios de Doñana y de
las Marismillas.
“La vida
aquí era muy dura… muy dura”, recuerda Boixo ante uno de los alcornoques
centenarios del coto, hoy parte de un espacio natural protegido que se ha ido ampliando hasta 108.000 hectáreas, del que son su corazón la
Estación Biológica y el Parque Nacional de Doñana, declarado reserva de la
biosfera y patrimonio de la humanidad por la Unesco.
El humedal de Doñana, que abarca
territorios de las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz, es el más importante
del continente, con varios ecosistemas diferentes y una situación privilegiada
entre Europa y África, donde cada año pasan el invierno cientos de miles de
aves acuáticas y se conservan especies al borde de la extinción como el lince
ibérico y el águila imperial. Doñana es, además, “un icono internacional de la
conservación”, asegura Juan José Negro, director de la Estación Biológica, que
ahora cumple 50 años de su fundación por José Antonio Valverde, el naturalista
que logró concienciar al mundo de la importancia de preservar el lugar cuando,
bajo el franquismo, empezaba a urbanizarse la playa y desecarse la marisma para
cultivar, lo que hubiera supuesto su final.
José Antonio
Valverde (Valladolid, 1926 - Sevilla, 2003) fue uno de los pioneros de la conservación del patrimonio natural y su biodiversidad en España. Zoólogo, profesor de investigación
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) fundó la Estación
Biológica de Doñana (EBD) y el propio Parque Nacional de Doñana. Fue su artífice, su impulsor hasta su creación. Sentó las
bases de la conservación de la naturaleza e hizo avanzar la ciencia española en
los duros años de la postguerra. Fue uno
de los sabios universales más interesantes de la historia reciente de
España, como reconocieron los numerosos premios y distinciones que recibió a lo
largo de su vida y la admiración que le profesaron todos los que le trataron.
Junto a Valverde destacan en la creación de la EBD y el Parque Nacional, personajes muy relevantes como Luc Hoffmann y José María
Albareda.
Doñana fue
una de las grandes creaciones de Valverde, fue una batalla épica por conservar
su riqueza natural.
José Antonio Valverde y Félix Rodríguez de la Fuente, cerro de los ánsares, 1967
Promovió la
movilización internacional para la adquisición de una finca en Doñana de 6.000
hectáreas de superficie, que permitió crear la Reserva Biológica, fundada en 1964.
En 1968 logró la declaración del Parque Nacional, con otras 30.000 hectáreas de
superficie protegidas. El WWF, reforzando el apoyo económico de Luc Hoffmann y
otros, fue esencial para adquirir primero Doñana en 1963 y Guadiamar más tarde
en 1968, así como promover a Franco la propuesta de Parque Nacional , gracias
al éxito internaional del WWF movilizando sucesivamente a las delegaciones que
surgieron en los países europeos ricos. Todo ello convenció a Franco y tras
unas reuniones entre el entonces Director General de Montes (Ministerio de
Agricultura) y el comité directivo de la Reserva Biológica de Doñana (formado
por CSIC, WWF y ADENA) se presentó la propuesta de Parque Nacional de 35.000
hectáreas siendo aprobado y publicado en el B.O.E. en 15 de agosto de 1968 sin
figurar todavía la delimitación exacta.
La lucha
para evitar la destrucción de Doñana y su entorno, así como la trama de
relaciones diplomáticas y consentimientos políticos que Valverde tuvo que
desplegar para conseguirlo, buscando donantes internacionalmente y adquiriendo
finca tras finca para constituir un todo protegido es un fenómeno encomiable y
reservado a muy pocas iniciativas parecidas sucedidas posteriormente en nuestro país.
La creación
del Fondo Mundial para la Conservación de la Naturaleza (WWF internacional) y
su sección española ADENA, de la que fue su primer presidente el entonces Príncipe de Asturias y, hasta
días muy recientes Rey Juan Carlos I; la génesis de
lo que hoy es la escuela de científicos de la Estación Biológica de Doñana (EBD),
que ha hecho de España una potencia en investigación científica sobre Biología de la Conservación; la
explosión de vida que representa la Marisma y los avances y retrocesos en su
conservación, constituyen una dura batalla histórica ganada para la conservación
de la biodiversidad y del avance científico en España.
“Si Valverde
llega a venir más tarde, esto no existiría”, dice Boixo, que entre 1965 y 2000
fue guarda mayor de la Estación Biológica, institución científica de prestigio
internacional adscrita al Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC), en cuya plantilla hay 47 investigadores.
Doñana era un joven condenado a muerte; ahora es una
persona mayor, pero indultada, dice Miguel Delibes de Castro, exdirector de la
Estación Biológica.
Estamos en
la Cota 32, una de las alturas privilegiadas de Doñana, desde donde Boixo mira
al Charco del Toro, una laguna seca. Al sur se ve Matalascañas, pueblo turístico que en verano multiplica por
40 su población hasta sobrepasar los 100.000 habitantes. Al llegar a
Matalascañas desde Almonte se ven en la carretera los cuatro o cinco pozos que
extraen agua para esta comunidad del acuífero 27, el mismo que nutre Doñana.
Los pozos están a unos pocos metros del linde del coto y, según organizaciones
ecologistas, son uno de los problemas graves que atentan contra Doñana junto a
los más de mil pozos ilegales que riegan los cultivos de fresa y arándanos en
la zona.
“Desde que
hicieron el campo de golf en Matalascañas nunca más se ha llenado el Charco del
Toro ni otras lagunas de por aquí cerca”, afirma Boixo, que ha vivido aquí toda
su vida. “Yo solo salí de aquí a hacer la mili, era de la quinta del 56”, dice
mientras observa con nostalgia los paisajes de toda su vida: están las dunas
móviles, que avanzan desde el mar hacia el interior sepultando pinares que
después vuelven a resurgir petrificados; el monte y el bosque mediterráneo,
rico en flora y fauna, donde los antiguos dueños introdujeron ciervos, gamos y
otros animales para repoblar sus cazaderos; la fértil vera, donde se unen el
monte y la marisma, y la inmensa planicie marismeña, con sus lucios y sus aguas someras que en
invierno se llenan de patos, garzas, flamencos, espátulas y decenas de especies
de aves acuáticas.
A los nueve
años de edad, Boixo mató su primer lince, cuenta durante un paseo por el coto.
“Estaba fuera de mi casa con la escopeta y disparé a algo que se movía. Entré
corriendo: ‘Papá, papá, he matado un león’; ni yo mismo sabía lo que era
aquello”. Era el año 1944 y ya los Borghetto habían vendido 17.000 hectáreas de
su propiedad al marqués de Bonanza (Manuel González Gordon), el marqués de
Mérito y Salvador Noguera, que constituyeron la Sociedad del Coto del Palacio
de Doñana.
“En aquel
tiempo, los dueños te pagaban por matar depredadores y alimañas. Un lince eran
cuatro duros; un zorro, tres duros; un milano o un águila, tres pesetas; una
comadreja, dos”. Hasta los 14 años, a eso se dedicó, hasta que en 1952 Franco
ordenó plantar eucaliptos en Doñana para producir celulosa bajo amenaza de
expropiación, y durante años José Boixo estuvo trabajando en eso.
“Todavía hoy
se están arrancando aquellos árboles”, cuenta Héctor Garrido. Desde 1991 es el fotógrafo y censador de aves y en estos
momentos la avioneta en que realiza el censo de enero de 2014 sobrevuela Los
Sotos, en la zona noroeste del parque nacional, donde se ve abajo varios
hombres que trabajan quitando eucaliptos. “Es un árbol que hace mucho daño en
Doñana pues demanda mucha agua, empobrece el suelo y modifica los ecosistemas
originales”, explica Garrido.
Foto de archivo de las célebres pajareras donde comenzaron las campañas de anillamiento de aves zancudas como garzas, espátulas impulsadas por J.A. Valverde
La avioneta vuela bajo y pasa por el ojo de
Martinazo, la laguna de Santa Olalla, el cerro de los Ánsares, el lucio de Mari
López, la punta de Malandar, el brazo de la Torre y otros lugares
espectaculares de donde salen miles de patos cuchara, cercetas y silbones,
además de varias bandadas de moritos, una de las especies que habían
desaparecido completamente en los años cuarenta y que hoy es muy abundante.
Pese a que
este invierno casi no ha llovido, desde el cielo el coto se ve majestuoso. Hay
lucios y lagunas con bastante agua y allí se observan las mayores
concentraciones de pájaros. Después de dos horas y media de vuelo, Héctor habrá
contado 30.000 ánsares, 25.000 flamencos, 50.000 agujas colinegras y 95.000
patos…, en total, cerca de 300.000 aves acuáticas. “Algunos años buenos de
lluvia hemos censado hasta 750.000 aves en el invierno”, dice al ayudante de
Héctor, José Luis, mientras desde el aire señala unas marcas de ruedas que
surcan la marisma. Son las rodadas de los camiones que realizan trabajos
forestales dentro del coto y que en vez de coger siempre por el mismo lugar
cruzan por donde les viene en gana. “Eso es fatal, porque esas marcas son
profundas y duraderas y alteran el delicado equilibrio de la marisma”, señala
Héctor.
Desde la
altura se ve la maravilla que es Doñana, pero también todas las amenazas y peligros que la acechan, la mayoría exteriores, empezando por la agricultura.
El parque
nacional está rodeado por 40.000 hectáreas de cultivos de arroz y otras 6.000
hectáreas de fresas y otros frutos de invernadero, cubiertas por gigantescos
plásticos. Los pesticidas que se emplean, aunque de un modo u otro afectan al
entorno de Doñana, no son el principal problema, sino “otros, como el robo del
agua por los pozos ilegales y la sobreexplotación del acuífero, el mal estado
del estuario o el dragado del Guadalquivir”, asegura desde tierra Felipe Fuentelsaz,
representante de la ONG World Wildlife Fund (WWF).
Coincidiendo
con el 50º aniversario de la creación de la Estación Biológica, WWF ha hecho un informe a la UNESCO y el resto
de las organizaciones internacionales que velan por la conservación de Doñana
en el que se alerta sobre la peligrosa situación en que se encuentra el parque
y se denuncia la mala gestión y el incumplimiento, por parte del Gobierno y la
Junta de Andalucía, de 16 de las 18 recomendaciones hechas por la Unesco en
2011 para asegurar el futuro del humedal más emblemático de Europa.
“Antes, Doñana era un joven fuerte pero
condenado a muerte; ahora es una persona mayor, con menos fuerza, pero
indultado”, afirma Delibes, de 67 años, director de la Estación entre 1988 y
1996.
Delibes
conoce bien Doñana, pues llegó aquí a los 27 años captado por José Antonio Valverde, artífice de la creación de Doñana, indica que al comienzo la Estación tenía
6.671 hectáreas y hoy, “aunque las agresiones exteriores son muchas”, el área
protegida es de más de 100.000 hectáreas.
La historia
de cómo se salvó este paraje privilegiado que sigue asombrando hoy a
ornitólogos y naturalistas de todo el mundo tiene que ver con la voluntad de
José Antonio Valverde y también con la ciencia.
Sin duda, fue fundamental la
repercusión que tuvieron las expediciones científicas internacionales que en
los años cincuenta visitaron el coto, en especial la Doñana expedition
de 1957, integrada por los ornitólogos de campo James Fergusson, J. Parrington
y Guy Mounfort –que en 1958 publicaría Portrait of a Wilderness–. También el
mejor fotógrafo de naturaleza del momento, Eric Hosking, y personalidades como
Julian Huxley, Max Nicholson y lord y lady Alanbrooke. Mauricio González
Gordon, uno de los dueños de Doñana, fue el anfitrión, y Valverde, invitado de
última hora.
Lo que
vieron les impresionó, y José Antonio Valverde contó después con su respaldo y
el del naturalista suizo Luc Hoffman, primer vicepresidente de WWF. Esta
organización se creó en 1961 con el fin de proteger la naturaleza, pero sobre
todo para recaudar los 33 millones de pesetas necesarios para comprar –el 30 de
diciembre de 1963– las 6.671 hectáreas que formarían la primera reserva
biológica de España y que fueron donadas al CSIC un año después con fines de
investigación y conservación. Seis años más tarde, WWF adquirió otras 3.124
hectáreas en la marisma de Aznalcázar, cuya gestión también cedió al CSIC, y ese
mismo año de 1969, Valverde logró que el Gobierno de Franco creara el Parque Nacional
de Doñana, con otras 35.000 hectáreas.
De ser un “mal bicho” que se pasaba el día cazando linces, meloncillos y águilas, hoy especies protegidas, Boixo pasó a preservarlas y a perseguir a los furtivos que entraban al coto a matar ciervos y jabatos. Valverde lo nombró guarda mayor de la reserva en 1965 y entonces Doñana, más todavía, se convirtió en su vida. “Lo primero que hicimos fue numerar con tablillas todos los alcornoques centenarios que había, que eran 454”. Entre ellos estaban los impresionantes ejemplares de La Pajarera, un verdadero espectáculo de árboles donde cada año anidan cientos de cigüeñas, garzas y espátulas.
La lucha
entre los pájaros y los alcornoques existía ya entonces. Las deyecciones de las
aves sulfataban el suelo circundante y los árboles se secaban lentamente. Hoy,
debido a una enfermedad que afecta a las raíces más finas de la planta y no les
permite tomar agua, los alcornoques infectados mueren en menos de un año. La
ciencia investiga y, al parecer, hay un posible remedio que ha funcionado en
otras especies de árboles, pero la dirección del Parque Nacional –que pertenece
a la Junta, mientras la Estación Biológica depende del CSIC– no acaba de tomar
la decisión de experimentarlo con algunos alcornoques, y los árboles siguen
muriendo.
“Hoy quedan
poco más de 200 alcornoques”, se lamenta Boixo, que se detiene ante un palmito
rodeado de arbustos y zarzas en Santa Olalla, en medio del coto, donde
predomina el monte viejo, algo que disgusta al antiguo guardés, pues, dice,
habría que desbrozarlo.
“Este
palmito le gustaba mucho a Felipe”. Felipe es Felipe González, y fue el primer
presidente de la democracia que utilizó el coto para pasar su tiempo libre e
invitar allí a políticos extranjeros. “Al que más le gustaba era a Helmut
Kohl”, recuerda González, que todavía hoy afirma que lo único que echa de menos
de ser presidente del Gobierno es “disfrutar de Doñana”. Cuenta Delibes que un
día Felipe invitó a Kohl a ir al cerro de los Ánsares a ver la llegada
espectacular de miles de gansos salvajes. “Es al amanecer, hay que levantarse
temprano”, le dijo Felipe. “¿A qué hora?”, respondió. “A las seis”. “Hombre”,
contestó el excanciller alemán, “a esa hora yo ya llevo un buen rato
combatiendo contra el socialismo”.
Refugio de mandatarios y personalidades de todo el mundo, enclave de especies en peligro tan emblemáticas como el lince ibérico y el águila imperial
González también invitó a Gorbachov después del golpe de Estado en la antigua URSS. “Aunque Felipe le explicó varias veces que el palacio de Doñana era una institución pública, no hubo forma; al despedirse escribió en el libro de vistas: ‘Muchas gracias a Felipe González por haberme invitado a su dacha”, recuerda Delibes.
Un radiocasete
de un coche interrumpe la paz de la marisma. Aparece un jeep Toyota, y después
otro vehículo 4×4, y otro, y otro más. Sus ocupantes van de juerga. “Son de las
hermandades rocieras”, explica Héctor. Hay más de cien hermandades, y algunas
poseen 10.000 miembros. Decenas de ellas tienen derecho a pasar por Doñana y a pernoctar durante la romería del Rocío
(50 días
después de Semana Santa), pero también en otras dos fechas de su elección, como
hoy. Muchos tiran papeles y desperdicios.
Amenazas: Está el
Rocío… Los pozos ilegales. Los planes de dragado del Guadalquivir o de hacer un oleoducto, pero en medio de estas
amenazas Doñana resiste y otras muchas cosas alientan. Cuando en 2003 comenzó a
funcionar el Centro de Cría del Lince Ibérico de El Acebuche, el carnívoro más escaso del mundo y endémico de la Península Ibérica, la población de linces en Doñana estaba a punto de
extinguirse. Once parejas de águilas imperiales anidan en el parque y se han
recuperado especies de aves acuáticas como el morito. Cincuenta años después,
muchos peligros acechan a este antiguo coto de señoritos.
Pero la aventura de su vida continúa.
Referencia bibliográfica:Pero la aventura de su vida continúa.
La aventura de Doñana. Cómo crear una reserva. José Antonio Valverde.
Memorias de un Biólogo Heterodoxo. Editorial Quercus V&V, Madrid 2004.
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