Rara vez la minería es
un tema de portadas, salvo cuando acontecen grandes desastres o accidentes.
Pero la oposición popular a los impactos de la extracción minera se multiplica
en muchos rincones de Latinoamérica y del mundo. Miles de comunidades están seriamente
preocupadas por los impactos de la gran expansión extractiva sobre la vida e
intentan detener proyectos mineros y captar al tiempo la atención del gran
público para ganar apoyos.
¿Qué intereses detrás de las minas? ¿Para quién la minería?
Cada
año se producen globalmente cerca de 23 billones de toneladas de minerales.
Casi todos los países del mundo llevan a cabo uno u otro modo de explotación
minera.
En
muchos países del Sur global la minería representa una parte significativa del
PIB y la entrada inversiones extranjeras y de divisas. Será por eso que se
quiere hacer de la minería uno de los primeros motores de estimulación de la
economía en muchos países, ya tradicionalmente como en Chile, Bolivia y Perú,
en auge como en Colombia, Argentina o México o por la apuesta gubernamental
como en Ecuador. Pero no sin costes para la población y el medio ambiente.
Mientras
las transnacionales mineras se lucran hasta el infinito, las comunidades que no
están de acuerdo con la destrucción que provoca la minería se dan de bruces con
la violencia de las fuerzas militares o paramilitares preparadas por empresas
mineras.
Crisis
y bonanzas en sucesivos altibajos acontecen en el sector de la minería desde el
2000, año en que aumentaron los precios de las materias primas. La crisis de
deuda en los países periféricos de la zona euro y la incertidumbre sobre los
límites de deuda en Estados Unidos influyen los precios.
Influye
la incertidumbre económica global de la grave crisis, y los inversores
depositan su confianza en metales nobles como el oro, la plata o el platino. Se
dice que los precios del oro y la plata permanecerán estables y no es siempre
tan claro en el caso de otros metales como el cobre.
Pero
no cabe duda de que la tendencia general es al alza, y todos ellos son un
excelente negocio para las transnacioanales del sector y que desencadenan a
nivel internacional una auténtica carrera por las materias primas primarias.
Y
además se considera que los minerales son esenciales para el desarrollo y las
políticas neoliberales apuntan a la explotación de los recursos naturales como
medida para impulsar el crecimiento económico. Organismos de crédito como el
Banco Mundial apoyan la construcción de infraestructura física y la adopción de
nuevas tecnologías y contribuyeron a preparar el terreno apoyando la reforma de
las leyes mineras en más de 70 países que permitiría la actual hiperpenetración
de las transnacionales mineras.
Europa y las materias primas
El
70% de la industria europea depende de sustancias minerales del subsuelo para
la producción de todo tipo de bienes de consumo. Para el transporte, las
telecomunicaciones, la electrónica o la construcción, se estima que por término
medio cada europeo consume anualmente entre 5 y 10 toneladas de productos
minerales. Y a lo largo de su vida unas 400 toneladas de productos de la minería.
No
incluye los energéticos, que también en el caso de las renovables demandan gran
cantidad de metales para su generación y transporte.
Latinoamérica
incrementó las exportaciones a Europa, y también a las economías fuertes del
propio continente latinoamericano. Las inversiones mineras pasaron allí de un
12% del total mundial en los años 90 a un 33% en los 2000, llegando a los
48.140 millones de euros en 2009, según la oficina estadística de la Comisión
Europea.
Estamos
de acuerdo pues en que la demanda es alta y no dejará de aumentar en los
próximos años debido a la crisis, al boom de las nuevas tecnologías, al
crecimiento de la población mundial y muy especialmente en el crecimiento de
los países emergentes.
China
es un actor clave al ser el primer productor mundial de materias primas ahora
fundamentales como las tierras raras imprescindibles para la producción de
muchos aparatos electrónicos, o los metales necesarios para la producción del
acero y el aluminio. Todos temen al gigante asiático por su capacidad de
acaparar el mercado estableciendo cuotas e impuestos a la exportación
dificultando a otros países su participación y acceso a las materias primas.
La
reacción de la Unión Europea a esta situación es la creación de políticas para
asegurarse el abastecimiento de materias primas, y para enfrentar la
dependencia de terceros países.
Y
para no quedarse atrás con respecto a Japón o Estados Unidos, que hace tiempo
cuentan con ese tipo de políticas. Mediante su política exterior, cooperación
al desarrollo o acuerdos comerciales con países mineros y con garantías
estatales para las inversiones y los créditos, con especial incidencia sobre
las materias primas de acceso más crítico.
El impacto ambiental de la minería sobre el medio
ambiente y la biodiversidad, especialmente en selvas del neotrópico o África es
enorme. Por el contrario, los beneficios asociados a las comunidades indígenas
o a las regiones exportadoras de materias primas es mínimo y no registran desarrollo
asociado a la minería.
Las condiciones laborales son muy inseguras. Las minas
son lugares peligrosos, la seguridad precaria y la mayoría de los trabajos son
muy duros.
El establecimiento de una explotación en un punto de la
selva atrae a la miseria de las ciudades que ven en ello una oportunidad.
Finalmente, se transforman en ciudades construidas de un día para otro, llenas
de trabajadores llamados colonos y un nutrido sector dedicado a la prostitución
que abastece de servicios a los trabajadores de las minas. Cuando estas
multinacionales mineras se van, la gente trabajadora queda en la misería y el
agujero o destrozo medio ambiental es enorme - los ecosistemas quedan arrasados
con una pérdida de plantas y animales y una contaminación de aguas con metales
pesados con mercurio, empleado por ejemplo en el proceso de extracción de oro,
o la contaminación por hidrocarburos de auíferos y cauces. A su vez, se
establece en estas biodiversas zonas un auge de caza ilegal de fauna
"bushmeat" para satifacer al mercad que se crea.
Se debe contar con los conflictos armados derivados de la
minería como en el Congo en las ricas regiones de Kivu.
A gran escala
El
tipo de extracción minera depende de factores económicos como el valor y
demanda del mineral, el estado actual del mercado y la disponibilidad de
capital.
La
gran escala en minería alude a minas de gran tamaño.
La tecnología punta permite acceder a lugares remotos y
así también cada vez más a áreas frágiles y de alto valor de conservación.
Actualmente
hay gran competencia por la búsqueda de áreas con potencial minero. En el mejor
de los casos resulta en el descubrimiento de un filón rentable para explotar.
La
prospección es la fase anterior a la explotación.
En
la segunda fase se instala un campamento equipado, la adquisición de los
derechos de explotación y el uso de maquinarias y operaciones más complejas como
perforaciones, zanjas y explosiones.
Si
los resultados son alentadores, se hace una proyección económica.
El
38% de la prospección minera mundial total y el 27% de la prospección de oro
tiene lugar en Sudamérica, que encabeza desde 1994 la lista de regiones con
mayor gasto en exploración minera. Sólo en 2011 y 2012 se canalizarán unos 29
billones de US$ a Chile y Perú, los dos primeros países mineros de la región.
Argentina tuvo también cifras récord de perforaciones exploratorias en 2011.
La
minería subterránea opera en una complejidad de pozos, galerías y cámaras de
explotación conectados con la superficie, por las que se mueven los
trabajadores, las máquinas y se transporta el mineral hacia la superficie. La
tasa de accidentes es elevada especialmente en la minería de carbón.
Cada
vez más, la minería se desarrolla a cielo abierto, removiendo la capa
superficial de la tierra.
Para accededer a los yacimientos de mineral es necesario
destruir plantas, animales y a menudo poblados humanos enteros.
Modernos
equipos de excavación, cintas transportadoras, gran maquinaria, tuberías de
distribución, toneladas de explosivos se usan para remover y triturar montañas
enteras en poco tiempo. El resultado: enormes cráteres, que pueden llegar a
tener más de 150 hectáreas de extensión y más de 500 metros de profundidad.
Para los deshechos generados se requieren además inmensas escombreras. Se
está practicando o están concesionadas áreas de inmenso valor ecológico que
deberían estar protegidas, como páramos de la cordillera de los Andes o el
corazón de la selva Amazónica. Todo esto conlleva riesgos específicos que deben
tenerse en cuenta. Pero no se hace.
Conflictos mineros
La
actividad minera tiene importantes repercusiones económicas, ambientales,
laborales y socioculturales tanto a nivel local como a escala global. Uno de
los problemas que enfrenta es la gran cantidad de energía que precisa. Los
precios de la energía están al alza.
Pero
no sólo eso. Las condiciones laborales son malas. Las minas son lugares peligrosos,
la seguridad precaria y la mayoría de los trabajos son muy duros.
En
las minas suceden el 8% de los accidentes laborales mortales -unos 15.000 al
año- así como incapacidad prematura, lesiones -causadas por ejemplo por las
vibraciones- y enfermedades como la pneumoconiosis o la pérdida de audición.
Muy a menudo no hay ningún tipo de seguridad social ni indemnización. Así lo
testimonian trabajadores de la bauxita, materia prima para el aluminio, en el
estado brasilero de Pará.
En las minas de oro de Perú y Bolivia se utiliza mercurio
en el procesamiento del mineral. La toxicidad del mercurio se asocia a
problemas de salud que incluyen malformaciones congénitas y desórdenes
neurológicos.
Muchos
gobiernos no realizan ningún esfuerzo para minimizar los riesgos para la salud
y la integridad de los trabajadores.
Cualquiera
que lea esto pensará automáticamente en el caso extremo de los 33 mineros
milagrosamente rescatados de la mina chilena de San José, cerca de Copiapó.
Hasta
en un caso tan mediático, la minera decretó la bancarrota un mes antes de
concretar el rescate de los 33, con lo que estos y sus 300 compañeros de la
mina quedaron sin trabajo y sin compensación de ningún tipo.
Los
incumplimientos de esta minera eran muchos, los controles pocos.
Las empresas mineras quieren disminuir costes y aumentar
la productividad y la rentabilidad.
Y
así, muchas veces quedan relegados los derechos, la salud y seguridad de los
trabajadores. Economistas sostienen que Chile tiene un mercado laboral
estructurado de tal forma que mientras las mineras reportan ganancias
millonarias, los trabajadores del sector reciben sueldos ínfimos. La
subcontratación es utilizada por las grandes mineras para ahorrar costos en el
despido de trabajadores, estabilidad laboral y seguridad social.
Y
debido a la reestructuración de la industria, la alta tecnificación y la
privatización, la minería ofrece cada vez menos empleo: hoy día,
aproximadamente el 1 % de la mano de obra mundial, unos treinta millones de
personas, diez de estos en las minas de carbón.
Los
principios básicos de libertad de asociación y negociación colectiva son cada
vez más frágiles.
Y
a menudo se reporta la utilización de
mano de obra infantil, como en el caso de Cerro Rico, en Bolivia. En
Bolivia en la boca de mina tienen los mineros una virgencita a la que regalan
hojas de coca, rezan sus oraciones antes bajar porque no aben si van a volver a
subir. Es más se ven obligados en un durísimo trabajo a cargar con el material
de deshecho (rocas...) a la superfície. Las multinacionales de países con
tradición minera como Canadá, EEUU e Reino Unido, en cualquier caso países del Primer
Mund son los responsales de esas condiciones laborables tan inmensamente
hostiles para la salud de los trabajadores.
Por
ejemplo en Canadá, más de dos millones de toneladas diarias de desechos
sólidos, y más de 650 millones de toneladas al año.
Los mineros trabajan sin luz natural, sin ventilación,
con poca higiene, excavando la tierra para extraer el material y debiendo al
mismo tiempo atender al cambio constante de condiciones para evitar accidentes.
Impactos ambientales y sociales enormes
Pero
la preocupación no es sólo la precariedad laboral, sino también la considerable
ruina ambiental.
Muchos
recursos minerales se encuentran en zonas de una elevada biodiversidad y
habitadas por comunidades indígenas.
Desde
las fases de perforación para localizar los filones, los impactos son
considerables. Grandes movimientos de tierra en grandes extensiones de suelo. Tierra y roca
son removidas causando una grave modificación y desertificación de la superficie
terrestre. No sólo la mera extracción, sino también el transporte, la
producción, el uso de las materias primas y la eliminación de los residuos.
Materiales
de menor valor como arena, grava, arcilla, se extraen en mayores cantidades
destruyendo montañas enteras, dejando menos residuos.
Los
minerales y metales preciosos se obtienen en cantidades mucho menores, pero
conllevan la remoción de enormes cantidades de residuos y la utilización de
metales pesados y tóxicos como el cianuro (lixiviación) y el arsénico.
Estos
contaminan irreversiblemente el agua potable. Seis gramos de oro y seis
kilogramos de cobre por cada tonelada de roca se obtienen en el proyecto Bajo
la Alumbrera en Argentina.
Muchos
mineros legales e ilegales utilizan como agente de fusión el mercurio altamente
tóxico. En Brasil, se reportaron niveles de mercurio un 30% por encima de los
estándares de la Organización Mundial de la Salud en trabajadores de las minas.
También
a través del aire se depositan los agentes contaminantes en lugares remotos.
Y
durante la explotación, el agua residual de la actividad minera, contaminada
con metales pesados y agentes tóxicos, se depositará en pilas llamadas diques
de cola. Si se rompen o fracturan, lo cual sucede a menudo por ejemplo por mala
construcción, millones de litros de agua contaminada llegan a ríos, arroyos, y
acuíferos. Recordemos un deastre señalado en un pais desarrollado el impacto de
los derrames de Aznalcóllar sobre las marismas de Doñana, en España.
Las roturas de los diques de cola explican más de un
tercio de los accidentes mineros ocurridos en las últimas dos décadas.
El agua resulta contaminada: agua vale más que oro
Comunidades
locales demandan la protección del agua
imprescindible para la vida y cada vez más escasa. Una mina llega a gastar
en un día de extracción el agua que consume una ciudad de más de medio millón
de habitantes.
Para
extraer una tonelada de cobre se necesitan unos 80.000 litros de agua, o 1.000
litros de agua por segundo para obtener un gramo de oro (y se remueve al menos
una tonelada de roca).
En
Latinoamérica, donde la legislación protectora es ineficaz, la minería
industrial de lixiviado con cianuro provoca catástrofes ambientales.
Los
Estados otorgan las concesiones mineras pero carecen generalmente de medios
para proteger a los afectados y al medio ambiente, para atender las tragedias
en las minas, evitar el saqueo económico y la evasión de impuestos.
La banca siempre gana, así igualmente las transnacionales
son las grandes beneficiadas.
Así
en el caso de la mina Yanacocha (Perú), la mina de oro más grande de
Latinoamérica y la segunda más grande a nivel mundial, se sitúa a gran altura
en la cordillera
de los Andes, entre 3.400 y 4.120 metros sobre el
nivel del mar. El yacimiento lo componen cinco minas
a cielo abierto, cuatro plataformas de lixiviación y tres plantas de
recuperación de oro. Se trata del yacimiento más importante de América
Latina, pues en 2005 se produjeron 3.333.088 onzas del preciado metal. Sin embargo,
durante los últimos años Yanacocha ha experimentado una caída en su producción
debido al agotamiento de las reservas. Emplea a más de 10.000 trabajadores.
La
mina fue descubierta en 1980 por un geólogo
francés,
Pierre Maruéjol, que trabajaba para la Oficina de Investigaciones Geológicas y
Mineras (B.R.G.M. en sus siglas en francés),
un organismo estatal francés que obtuvo el permiso de explotar el yacimiento y se asoció a las empresas Newmont Mining Corporation y Compañía de
Minas Buenaventura.
Años
más tarde —en 1994—
se retiró el organismo francés después de unos desacuerdos que originaron un
conflicto judicial, en el que tuvo que implicarse el gobierno galo.
Actualmente, la mina es explotada por la Minera
Yanacocha, un consorcio integrado por la empresa norteamericana
Newmont Mining Corporation (que detiene el 51,35 % de la mina), la empresa peruana
Compañía de Minas Buenaventura
(que posee un 43,65 %) y la Corporación Financiera Internacional, organismo
dependiente del Banco Mundial.
Desde
que comenzó allí la extracción de oro, los indígenas andinos se han opuesto por
los múltiples impactos sobre el abastecimiento del agua, la salud y los
desplazamientos de población.
La
pobreza se ha exacerbado.
A
pesar de ello, la empresa minera quiere ampliar la extracción en una nueva
mina, llamada Conga.
El
Perú, de acuerdo al defensor del pueblo, tiene actualmente más de 60 disputas
por el impacto de la minería en las reservas de agua. En 2012 se realizó la
Gran Marcha Nacional por el Agua en ese país, impulsada precisamente por la
oposición a Conga.
La
voluntad de la mayoría de la población debe ser respetada. Las comunidades indígenas
locales tienen derecho a la información y a la decisión previa, libre e
informada. A veces impera incluso un clima de terror, la protesta social es
reprimida y criminalizada.
Como
dato importante, en mayo de 2010, el Parlamento Europeo solicitó a la Comisión
Europea la prohibición total del uso del cianuro en la minería del oro en todos
los países de la Unión, mediante una resolución que obtuvo una aplastante
mayoría.
Entre
las motivaciones la gran toxicidad de la minería del oro, la elevada
accidentalidad (se han conocido más treinta accidentes graves con cianuro en
diversas partes del mundo), y la contaminación de las aguas con impacto
transfronterizo.
La
Comisión Europea no aprobó la solicitud, al estar tan extendido el uso del
cianuro que temían por el empleo en las minas.
Existe
una campaña Latinoamericana contra el uso del cianuro en minería.
Minería no es sostenible
Aunque
la minería es una actividad en sí misma insostenible, empresas y gobiernos
interesados en el acceso a las materias primas coinciden estratégicamente en
presentar la minería como un motor para el desarrollo y el progreso y con un discurso
salpicado de palabras como “sostenible” y “responsable”.
Reducción
del impacto ambiental y rehabilitación de espacios es lo que ofrecen las puras
propagandas corporativas sobre la “minería sostenible”.
Por
la destrucción ambiental, social y cultural que implica y los conflictos que
genera, minería y desarrollo sostenible no son términos compatibles. No hay
tecnología punta en el mundo capaz de evitar la destrucción minera.
La del millón: la pregunta por la alternativa
La
actitud más responsable es un uso racional de los recursos existentes, así como
el reciclaje y la reutilización de materias primas. Una opción adicional lo
constituye una apuesta por el decrecimiento o rechazo del crecimiento buscando
modos lógicos y convencidos de vivir mejor con menos, y de modo más acorde y
respetuoso con el entorno y con los demás.
Según un reciente estudio, los impactos de la minería de oro son grandes
sobre las selva tropicales. Las áreas más afectadas de Sudamérica se encuentran
en Colombia, Guayanas, Venezuela, Surinam y Brasil.
La enorme proliferación de minas de oro destruye las selvas tropicales,
contaminando las aguas con sustancias como el mercurio y el cianuro, amenazando
de extinción a la biodiversidad y calentando el clima. Mercurio, gran amenaza para la Amazonia.
De acuerdo al estudio publicado en Environnemental
Research Letters, mas del 90% de la deforestación que
tuvo lugar en Sudamérica se concentró en cuatro puntos calientes: la Guyana, el
sudoeste de la amazonía, la región del Tapajós-Xingú en Brasil, y el valle de
Magdalena y Urabá en Colombia.
La superficie deforestada a causa de la minería de oro en este período es
de 1.680 km2 de bosques tropicales. Las autoras del estudio estiman
además que una tercera parte 1/3 de la deforestación ha ocurrido a menos de 10 km de zonas protegidas con las consiguientes
afectaciones.
Las científicas estudiaron la deforestación entre 2001 y 2013 pudiendo
constatar que fue significativamente mayor en el período de 2007 a 2013,
coincidiendo entonces con el incremento de la demanda global de oro provocada
por la crisis económica.
El precio del oro, metal considerado como un valor refugio seguro, registró
fuerte alzas en los últimos años, llegando a alcanzar por momentos los 1.900 US
dólares la onza (28,3 gramos).
La investigación revela la destrucción de áreas selváticas cada vez más
remotas y también más ricas en biodiversidad, que quedan arrasadas por la
maquinaria pesada y la actividad contaminante.
Hay que destacar que gran parte del oro se destina a la fabricación de
joyas de oro, en inversiones como valor seguro frente a las crisis, y que los
usos del oro son a muy a menudo superfluos y prescindibles.
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