La vida y su conservación

Las especies son esenciales en el funcionamiento de la vida en nuestra casa que es nuestro planeta; por eso, es importante conservarlas.
Con este objetivo, tenemos que saber cómo son, cómo se organizan en comunidades y cómo interactúan en los sistemas ecológicos.
En el último siglo XX, hemos visto degradaciones ambientales enormes: muchas especies en extinción o en drástica reducción de sus poblaciones, la destrucción o alteración rápida de sus ecosistemas y cambios nunca vistos en el clima del planeta. Esta gran crisis ambiental ha coincido con la disminución de las ciencias naturales en los centros académicos de referencia.

miércoles, 7 de octubre de 2015

Las cosmovisiones religiosa y científica unidas para salvar La Creación. Por Edward O. Wilson


CARTA A UN PASTOR
El siguiente texto es un extracto del primer capítulo de La Creación, el último libro de Edward O. Wilson que acaba de publicar en España Katz Editores
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POR EDWARD O. WILSON

Estimado Pastor: 

Aunque no nos hemos encontrado personalmente, tengo la impresión de conocerlo bastante y me siento autorizado para dirigirme a usted como amigo. En primer lugar, tuvimos la misma formación religiosa, pues me crié en Alabama, en el seno de una familia baptista. Respondí al llamado evangélico y fui sumergido literalmente en las aguas. Si bien no comparto ya las creencias cristianas sobre la intervención divina, estoy seguro de que, si nos encontráramos y habláramos sobre nuestras más íntimas concepciones, lo haríamos en un clima de respeto y buena voluntad porque nos unen muchos preceptos de conducta moral. En la medida en que estas cosas puedan todavía influir sobre la cortesía y la gentileza, quizá también tenga importancia el hecho de que los dos nos dediquemos a tareas intelectuales con un espíritu humanitario. 

Le escribo para pedirle ayuda y consejo. Desde luego, no hay manera de eludir las diferencias que separan nuestras respectivas cosmovisiones. Usted acepta el carácter trascendental de las Sagradas Escrituras judeocristianas y cree en la inmortalidad del alma. Para usted este planeta es una suerte de estación hacia una segunda vida eterna pues la salvación está garantizada para los redimidos en Cristo. 

Yo, en cambio, soy un humanista laico. Creo que la existencia es lo que hacemos de ella en cuanto individuos; que no hay garantía alguna de vida después de la muerte y que el cielo y el infierno los construimos nosotros, en este planeta. No hay para nosotros otra morada. Pienso que la humanidad surgió en la Tierra por la evolución de formas inferiores de vida a lo largo de millones de años; para decirlo sin pelos en la lengua: que nuestros antepasados fueron animales similares a los grandes simios. En mi opinión, además, la especie humana está adaptada física y mentalmente a la vida en la Tierra y no en cualquier otro lugar. No obstante, compartimos un código de conducta ético fundamentado en la razón, la ley, el honor y un sentido innato de la dignidad que algunos atribuyen a la voluntad de Dios. 

Usted hablará de la gloria de una divinidad invisible; yo, del esplendor del universo que por fin se nos manifiesta. Usted dirá que Dios se encarnó para salvar a la humanidad; yo diré que Prometeo robó el fuego sagrado para liberar a los hombres. Puede ser que usted haya alcanzado ya la verdad última; yo la busco aún. Es posible que yo esté equivocado o que usted esté en el error. También es posible que los dos veamos sólo parte de la verdad. 

¿Acaso estas discrepancias en nuestra cosmovisión nos separan en todo? No lo creo.

Tanto usted como yo, como todos los seres humanos, bregamos por alcanzar las mismas metas de seguridad, libertad de elección y dignidad; en suma, por una causa que a nuestro parecer nos excede. Si está de acuerdo, podemos intentar encontrarnos de este lado de la metafísica para encarar el mundo real que compartimos. Lo digo de esta manera porque está en sus manos resolver un enorme problema que me preocupa por demás y que espero que a usted también le preocupe: le propongo que dejemos de lado nuestras diferencias para salvar la Creación. 

La defensa de la naturaleza es un valor universal que no proviene de ningún dogma religioso ni ideológico, y que no implica tampoco respaldarlo. Por el contrario, está al servicio de toda la humanidad sin discriminación alguna. 

Reverendo: necesitamos su colaboración. 

La Creación –la naturaleza viviente– está en riesgo. 

Los hombres de ciencia estiman que si la transformación del hábitat natural y otras actividades humanas destructivas continúan con el ritmo actual, la mitad de las especies animales y vegetales de la Tierra se habrán extinguido o estarán en peligro de extinción al terminar este siglo.

Tan sólo las alteraciones del clima harán que el 25% de las especies existentes alcancen esa peligrosa situación en los próximos 50 años. 

Según las estimaciones más conservadoras, la tasa de extinción actual es 100 veces mayor que la existente antes de que los seres humanos aparecieran sobre la Tierra, y se prevé que se multiplicará por mil, por lo menos, en los próximos decenios. 

Si no conseguimos disminuirla, el costo para la humanidad en riquezas, seguridad ambiental y calidad de vida será catastrófico. Estoy seguro de que ambos opinamos que, por humilde e insignificante que sea, cada especie es una obra maestra de la biología que vale la pena conservar. 

Cada una de ellas posee una combinación única de rasgos genéticos adaptados con bastante eficacia a un ámbito determinado. 

Aunque sólo sea por prudencia, debemos actuar rápidamente para evitar la extinción de especies naturales y el consiguiente empobrecimiento de los ecosistemas terrestres, es decir, de la Creación. 

Llegado a este punto de la lectura, bien se puede preguntar usted: ¿por qué soy yo tan importante en esta cruzada? Simplemente porque la ciencia y la religión son las fuerzas más poderosas en el mundo de hoy. 

Uniéndolas en pro de la conservación biológica, pronto podríamos resolver el problema que se nos plantea. Si hay un precepto moral que gentes de todas las creencias comparten, es que nos debemos a nosotros mismos y a las generaciones futuras un medio ambiente bello, rico y sano.

Edward O. Wilson; ENTREVISTA sobre hormigas, sociobiología, biodiversidad y la 6 sexta extinción




Edward Osborne Wilson (10 de junio de 1929, Birmingham) es un entomólogo y biólogo estadounidense conocido por su trabajo en evolución y sociobiología. Wilson es el gran especialista en hormigas y en su utilización de feromonas como medio de comunicación. 





Wilson es uno de los científicos de más reputación nacional e internacional. Tras obtener el bachiller en ciencias y el máster en Biología en la Universidad de Alabama (Tuscaloosa), se doctora en la Universidad de Harvard. Actualmente, Wilson es profesor honorario y conservador del museo de zoología comparada en Harvard.

El Dr. Wilson es una de las dos únicas personas que han recibido la concesión más alta en ciencias de Estados Unidos, la Medalla Nacional a la Ciencia, y el premio Pulitzer en literatura, este último en dos ocasiones.
La Real Academia Sueca, que concede el Premio Nobel le concedió al Dr. Wilson el premio Crafoord, una concesión diseñada para cubrir las áreas no cubiertas por los premios Nobel (biología, oceanografía, matemáticas, astronomía generales). Fue galardonado con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2010 en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación por acuñar el concepto de biodiversidad y contribuir extraordinariamente a concienciar a la sociedad de su valor. 

Edward O. Wilson asegura haber tenido una época de atracción por las mariposas, otra por las serpientes, otra por los pájaros... Pero a los siete años un accidente de pesca decidió por él cuál sería su pasión definitiva. Durante una dura lucha con un sargo, el anzuelo se soltó de la boca del pez y se le clavó en el ojo derecho, en el que perdió la visión para siempre. Poco después, durante una escucha de cantos de ranas, descubrió que además era bastante duro de oído. De manera que sólo le quedaba dedicarse a aquellos animales que pudiera sostener entre sus dedos índice y pulgar. Es el mayor especialista del mundo en hormigas, padre de la Sociobiología y creador del concepto de Biodiversidad. 

La Creación, su último libro, recién publicado en España por Katz Editores, pretende dejar de un lado la polémica impulsada por los creacionistas en torno a si Dios tiene o no que ver en la evolución y firmar una alianza para frenar el deterioro del medio natural.


PREGUNTA.— ¿Por qué dirige su último libro a un reverendo?


RESPUESTA.— Con La Creación pretendo, en primer lugar, hacer llegar al mayor grupo de personas posible el mensaje de que el mundo vivo está disminuyendo debido a la acción de la Humanidad. Y, además, pretendo forjar un pacto entre la Ciencia y la Religión para tratar de solucionar el problema. En Estado Unidos, como sabes, la población religiosa es inusualmente grande y los fieles religiosos son en su mayor parte partidarios de la conservación del medio.


P.— ¿Cuándo empezó su pasión por la naturaleza?


R.— Comencé a observar la naturaleza a la edad de nueve años, pero esto, realmente, no es del todo inusual. La mayoría de los niños tienen una fascinación innata por las criaturas vivas, y si la desarrollan de una cierta manera esta pasión puede incluir a los animales más pequeños, como los insectos, de la misma manera que contempla a los más grandes y llamativos como los pájaros o los reptiles. Empecé de niño a coger mariposas y a observar a los insectos, y desde entonces nunca he podido abandonar esa obsesión.


P.— ¿Tuvieron las hormigas algo que ver con los primeros pasos de su observación de la vida?


R.— Sí. Me di cuenta muy joven de que las hormigas eran especiales porque eran organismos muy sociales y al mismo tiempo extremadamente abundantes. Muy pronto aprendí la profesión de entomólogo y descubrí que se podía llegar a vivir de ello. En otras palabras, me creí mi propio sueño de que yo mismo podría hacer algún día estudios sobre la vida de los insectos. Y poco después ya no podía pensar en ser otra cosa que no fuese entomólogo.

P.— ¿Cree que el movimiento de especies de un continente a otro debido a la globalización puede llegar a ser un problema grave?


R.— Las especies extranjeras de hormigas, como la hormiga argentina, son un problema muy grande alrededor del mundo. Se trata de un tipo de globalización que nadie quiere. El daño que éstas pueden causar puede ser enorme. A propósito de la Historia de España, hace poco deduje la identidad de la hormiga que aumentó hasta adoptar proporciones de plaga en La Española, en el mar Caribe, alrededor de 1518, y que llegó a expulsar a los colonos españoles de la isla. El insecto era la hormiga de fuego (Solenopsis geminata). Esta especie aún se puede encontrar a lo largo de las Antillas, pero está relativamente domesticada. Todavía es abundante, aunque nunca llega a alcanzar niveles de plaga.


P.— En su último libro no ve problema alguno en la extinción de algunos organismos dañinos para el hombre, como el piojo o el mosquito anofeles. ¿Por qué?


R.— Estoy a favor de la eliminación de sólo una pequeña fracción de especies, aproximadamente una de cada millón, que son una amenaza directa para la salud humana. El piojo humano es una de ellas y las especies de mosquito del grupo del Anopheles gambiae, que están especializados en la sangre humana y transmiten la malaria en África, son sólo otro ejemplo. Tanto la naturaleza como la Humanidad pueden sobrevivir sin ellos.


P.— ¿Cuáles pueden ser las consecuencias de un incendio o de la tala de un bosque?


R.— La destrucción de un bosque causa profundos cambios a todos los niveles. El suelo se degrada y muchas especies de plantas y de animales llegan a extinguirse localmente. La capacidad del suelo para retener agua se reduce y buena parte del suelo se lava corriente abajo antes de que la regeneración de un nuevo crecimiento pueda tener lugar. En los trópicos esto ocurre de forma especialmente intensa. La regeneración completa de un bosque puede llevar siglos, si es que llega a producirse algún día.

P.— ¿Las selvas o las sabanas tienen mayor importancia ecológica que los ecosistemas bacterianos?


R.— Desde luego que no. Sin las bacterias, casi cualquier otra forma de vida menguaría y disminuiría. Sin los grandes organismos que habitan los bosques tropicales y las sabanas, la Tierra sólo volvería al estado primitivo en el que se encontraba hace 1.000 millones de años.


P.— ¿Qué significaría para nuestro mundo natural el avance de la sexta gran extinción?


R.— Si el actual proceso de extinción en masa no se comienza a frenar y, finalmente, llega a su fin, la mitad de las especies de plantas y animales que habitan la Tierra desaparecerá o se encontrará al borde de la extinción antes de que acabe este siglo, según las estimaciones actuales.


P.— ¿El cambio climático es el único responsable de esta gran extinción?


R.— No. Sus consecuencias son extremadamente serias, y más durante este periodo inicial del cambio climático. Sin embargo, el mayor problema al que se enfrentan las especies es la indiscutible destrucción de los hábitats debido a la deforestación, a la conversión de las praderas en campo de cultivo agrícola y a la transformación de los pantanos.


P.— ¿Qué escribiría hoy Henry David Thoreau en su obra Walden si viese el estado actual del medio ambiente?


R.— Estoy convencido de que Henry David Thoreau sería un ecologista enfadado y muy activo y de que Walden expresaría ese sentimiento. En la década de 1840 en la que él escribió esta obra de referencia para el ecologismo de cualquier época, aún no había suficientes evidencias del deterioro que sufrimos en la actualidad.


P.— ¿Qué ventajas tiene para la biodiversidad la nueva enciclopedia de la vida en la que trabaja?


R.— Estamos de algún modo volando a ciegas sobre nuestro futuro ambiental. Hay que cambiar esto urgentemente. Necesitamos tener la biosfera explorada de un modo adecuado para poder comprenderla y gestionarla. Debería ser un proyecto de gran entidad científica, equivalente al Proyecto Genoma Humano. Por eso deseo que los científicos podamos trabajar juntos para ayudar a crear una herramienta clave para preservar la biodiversidad. Eso es la enciclopedia de la vida.


P.— ¿Estamos a tiempo de actuar contra las consecuencias de la actividad humana sobre la Tierra?


R.— Sí, claro. Perderemos muchos ecosistemas y muchas especies hagamos lo que hagamos. Pero todavía podemos evitar las últimas pérdidas de una fracción de organismos que desaparecerán si no hacemos nada.

domingo, 4 de octubre de 2015

Los países ricos sufrirán los efectos de las inundaciones más intensamente


En la actualidad, muchos países ricos son capaces de paliar en cierta medida el riesgo de inundación de los deltas mediante inversiones que permiten reducir su vulnerabilidad. Sin embargo, un nuevo modelo, en el que se han incluido variables climáticas y económicas, indica que los crecientes costes de infraestructura harán que esta mitigación no sea sostenible a largo plazo. 

En el futuro, los países más poderosos podrían sentir las presiones de las inundaciones en una medida similar a la de los países en vías de desarrollo, según un estudio que publica la revista Science.

Para calcular el riesgo de inundaciones de determinadas poblaciones, investigadores de las universidades estadounidenses de Nueva York, Minnesota y Colorado han estudiado la probabilidad de que la población sufra un evento que genere daños, así como de qué manera la exposición de los ciudadanos a estos riesgos podría cambiar con el transcurso del tiempo.

Los científicos tuvieron en cuenta las variables del cambio climático, y la vulnerabilidad de la población a estos eventos adversos.

Tal como afirman los autores, este último factor está ampliamente influenciado por la riqueza de cada país en donde se encuentra el delta. Por ejemplo, un PIB elevado brinda al país la capacidad financiera de mitigar el impacto de las inundaciones, tanto a escala doméstica como regional.

El estudio incluye los cálculos de los 48 principales deltas fluviales con una población actual de más de 340 millones de personas.

El estudio incluye los cálculos de los 48 principales deltas fluviales con una población total actual estimada de más de 340 millones de personas.

Creciente coste de la infraestructura
Estos cálculos indican que aunque los deltas en países ricos –como los del Misisipi y el Rin– mostraron la misma probabilidad de sufrir eventos de inundación y tasas de exposición, los niveles de riesgo de estas zonas fueron mucho más estables, con las tendencias más bajas en comparación con todos los deltas que se analizaron en el trabajo.

Sin embargo, cuando los investigadores recalcularon los riesgos en el tiempo y tuvieron en cuenta los crecientes costes de la infraestructura a largo plazo, vieron que estas áreas eran las que tenían los mayores incrementos en cuanto a vulnerabilidad.

Los investigadores afirman que se necesitarán inversiones enfocadas a paliar los factores responsables de la degradación de los deltas por culpa del hombre, más que los propios síntomas, para preservar los deltas a largo plazo.

Referencia bibliográfica:
Z. D. Tessler, C. J. Vörösmarty,  M. Grossberg, I. Gladkova, H. Aizenman, J. P. M. Syvitski, E. Foufoula-Georgiou. “Profiling risk and sustainability in coastal deltas of the world”, Science 349 (6248): 638 – 643.
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